de tanto jugar con cosas hermosísimas,
cosas tan enamoradas y un poquito deliciosamente perversas,
hasta me siento hermoseado y dulcemente desviado,
perdidamente encontrado
pero más al fondo
(abajo de la piel arañada y la carne en llamas)
es puro dolor en la panza:
entre las tripas bien revueltas, viscosas y sangrantes,
y más abajo…
y más arriba, bien arribísima…
puro vértigo
vértigo… y frustración, y dolor,
todo amor intrascendente,
insultantemente asimétrico
¡qué mierda!
¡qué envidia!
¡qué belleza, por favor!
1 nov 2010
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